Esta semana ha
caído en mis manos una nueva novela y la verdad es que ha sido toda una revelación
enterarme de que a ese género literario lo llaman comúnmente porno para mamás.
Comúnmente es
una manera de hablar, se llama así en tono despectivo y no acabo de entender el
motivo por el cual se maltrata el género, a sus autores y por supuesto a los
lectores de estas novelas.
Este subgénero literario se supone que
va dirigido mayormente a las mujeres, novelas románticas más subidas de tono
que las novelas románticas convencionales, tan subidas de tono en algunos casos
que llegan a lo explicito, (sexualmente hablando) cuando no a niveles más altos
incursionando en prácticas menos comunes y conocidas como el BDSM. Y no, no voy
a hablar de Grey y sus sombras.
Parece que esta sociedad en la que
vivimos y nos movemos está preparada para el porno filmado y dirigido a los
hombres, eso parece ser en todos los estudios de mercado, pero no está en lo
absoluto preparada para que las mujeres se dediquen a leer libros, novelas,
historias, cuentos o cualquier otra fórmula escrita con un alto voltaje.
Las más “despreciadas” suelen ser
aquellas que se apartan del término “normal”. Cualquier cambio en la vida
sexual de los protagonistas que no tenga que ver con el misionero, pasa rápidamente
a ser menospreciado por personas que ni tan solo se han molestado en leer si la
historia tiene una buena base argumental y se quedan en que si le pega o no, si
la ata o si no se dedican en absoluta a las practicas conyugales.
Supongo que después de los párrafos anteriores
os habréis dado cuenta que soy ávida lectora del porno para mamás, que en
general sí que es cierto que no son ensayos sesudos y poca filosofía se puede
sacar de ellos, pero si tienen la gran capacidad de dejarte entrar en un mundo
distinto que es la base de mis lecturas. Precisamente por eso los libros tiene
forma de puerta.
